Sí, se nota mucho la diferencia. El calor es el enemigo número uno del rendimiento gráfico. Cuando jugás o renderizás, el procesador y la placa de video intentan ir al máximo, pero si la temperatura sube demasiado rápido, se «frenan» para protegerse. Ahí es donde notás tirones, lag o caídas bruscas de FPS en medio de una partida. Al cambiar la pasta térmica por una de alta conductividad (como la que usamos) y limpiar los disipadores, permitimos que tu hardware trabaje a su máxima potencia sostenida sin necesidad de bajar el rendimiento.